Son tiempos muy revueltos los actuales, donde los cambios sacuden estructuras muy consolidadas, como por ejemplo la política arancelaria que impuso Donald Trump, marcando un nuevo orden económico mundial, la alianza clara y decidida de China y Rusia; la creciente tensión entre India y Pakistán, las decenas de guerras que no tienen tanta visibilización pero que existen en África y la más cruel en Oriente Medio, con Israel y Palestina inmersos en una violencia sin fin; nos muestran un mundo que cruje. Apenas unos segundos de paz para despedir a Francisco y recibir a su flamante sucesor. Y esto en el mundo occidental y católico, una parte apenas de la humanidad.
El porqué de esta introducción tiene que ver con la velocidad de la información y su banalización inmediata en la era digital. Construimos y desarmamos en cuestión de minutos, contribuyendo a la espantosa realidad de un mundo que desde hace tiempo vive de las fake news, el odio y la construcción de realidades falsas a través de noticias que están sembrando el mundo de gobiernos autoritarios y restrictivos de las libertades democráticas tal como las teníamos incorporadas al Estado de Derecho.
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En Los ingenieros del caos, una obra fascinante que examina cómo los líderes populistas contemporáneos han aprovechado las tecnologías digitales para transformar la política en una era de hiperconectividad, Giuliano da Empoli ofrece una narrativa analítica y crítica sobre el impacto de estos cambios, revelando las estrategias de manipulación y comunicación que han permitido a figuras como Donald Trump llegar al poder. Detrás de Trump vinieron los triunfos de Bolsonaro, Milei, Giorgia Meloni, etc.
La comunicación es clave en el proceso político, pero antes está la credibilidad y, en tal sentido, si algo de lo que padece la clase dirigente en Argentina es eso mismo: la erosión que ha sufrido la dirigencia tradicional en su veracidad, generando como resultado el fenómeno Milei, presentado a sí mismo como el León que venía a reparar el daño causado por la casta.
Este relato o esta narrativa ha calado en los sectores más jóvenes de la sociedad y son la fuerza básica del voto libertario. Es una marca de época y no solo es Argentina: este fenómeno amenaza con quedarse asentado en buena parte del planeta.
La cuestión a la que estamos llegando es que esta nueva moda puede que no sea una moda pasajera y que sí sea el presagio o el anticipo de un cambio civilizatorio que venga a entronizar las nuevas formas de la democracia como correlato de la cultura digital.
Sea como sea que se concreten o institucionalicen las nuevas modalidades, el cambio nos alcanza a todos. Pero somos las generaciones más antiguas las que debemos amoldar nuestras creencias y percepciones a las nuevas épocas. Ya se aceptó la muerte de los partidos políticos como la figura ideal de la representación política y, a pesar de estar en la Constitución Nacional, los nombres personales o las figuras individuales se sitúan en el centro de la atención ciudadana, el famoso “se vota a personas y no a ideas”.
Todas estas consideraciones acerca de la cultura política que se ha instalado en nuestro tiempo son las cosas que juegan en las próximas elecciones, tienen su peso en la conformación del voto. Pero el poder sabe que su peso cuenta, y basta con recordar la lógica del pensamiento de un ex premier italiano que reflexionaba: “El poder desgasta, pero más desgasta al que no lo tiene”.
Con estas reflexiones nos metemos en el escenario electoral para hablar de las efectividades conducentes, como decía don Hipólito Yrigoyen.
Los resultados de la elección en CABA van a definir —al menos por un tiempo— el humor social de la Argentina, y Neuquén, valga la redundancia, forma parte de la Argentina, por lo tanto, la lectura que se haga de los resultados tendrá su implicancia local.
Si triunfa el oficialismo en CABA, la lectura será que “triunfan los oficialismos”, con lo cual podría decirse que el gobierno de Rolo Figueroa se pondría contento y esperará que un resultado local se replique; pero si gana la LLA, en consonancia con el clima favorable que tiene el gobierno de Javier Milei por estos días, las preocupaciones ocuparán el lugar principal de la agenda de Neuquinizate.
Lo que determine la elección de octubre no va a ser un solo factor; el clima electoral se va a ir tornando en la medida que avancen las elecciones locales y tendrá su punto cúlmine cuando se juegue en la provincia de Buenos Aires, distrito determinante si los hay.
El desdoblamiento de las elecciones en PBA llevará toda la atención, pues habrá elecciones en septiembre para cargos provinciales. Exactamente, el 7 de septiembre será la elección de legisladores provinciales, concejales y consejeros escolares. El sistema de votación será el tradicional de boleta partidaria o sábana.
Luego, los electores deben ir a votar a sus legisladores nacionales el día 26 de octubre. En esa instancia, el sistema de votación será la Boleta Única de Papel (BUP), aprobado por el Congreso en 2024.
Todas estas circunstancias van a incidir en el clima electoral que se irá proyectando sobre los electores de todo el país, aunque a nosotros nos interesen los neuquinos.
La cuestión económica tendrá su protagonismo también; la apuesta por la reciente autorización para el blanqueo de dólares y el abaratamiento de la moneda estadounidense tiene sus implicancias en la economía neuquina por el petróleo.
El control o no de la inflación es otra de las cosas que pesará en la voluntad popular. Las familias llevan mucho tiempo de esfuerzo y de privaciones, y las mejoras esperadas se estiran, agotando las ilusiones de quienes votaron cambiar las cosas.
Vaca Muerta es un paraguas que, con sus pros y sus contras, se posa sobre la provincia. La singularidad de los neuquinos definirá el rumbo de su autonomía federal. Por ahora, todas las fuerzas políticas zurcen sus redes para pescar el voto que los consagrará.