Jueves 12 de Junio de  2025
MEMORIAS DE LOS VIENTOS

La sangrienta fuga de 1916 en la cárcel de Neuquén

Un motín en la flamante penitenciaría del territorio nacional desencadenó la fuga de 90 reclusos, una cacería en los campos de Zainuco y un silenciamiento que terminó con la vida del periodista Abel Chaneton.

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El 23 de mayo de 1916, la recién inaugurada cárcel del Territorio Nacional del Neuquén fue escenario de una revuelta que expuso —con brutal claridad— las grietas del sistema carcelario argentino de principios del siglo XX. Todo comenzó, según registros policiales de la época, con un pedido mínimo: un grupo de reclusos solicitó permiso para higienizarse. La negativa del personal penitenciario encendió una chispa que llevaba tiempo gestándose.

Con una violencia repentina pero organizada, los internos lograron tomar el control del penal. Se armaron con fusiles, redujeron a los guardias y se dispersaron por el paisaje semidesértico que rodeaba la ciudad. La fuga involucró a más de 90 detenidos, muchos de ellos condenados por delitos comunes, pero otros eran presos políticos, obreros rebeldes o simplemente “peligrosos” para el orden social de entonces.

Las autoridades sostenían que los fugados pretendían tomar la imprenta oficial, asaltar el Banco Nación y liberar archivos judiciales. Esta hipótesis sirvió de justificación para el operativo militarizado que se desplegó en los días siguientes. A la policía local se sumaron vecinos armados y gendarmes del territorio. La orden era clara: recapturar o eliminar.

Mientras la mayoría fue capturada o se entregó, 18 hombres lograron avanzar hasta Zainuco, una región inhóspita al norte de la capital. Aislados, sin provisiones, rodeados. El 30 de mayo, fueron sorprendidos. Diecisiete de ellos fueron fusilados en el lugar. El relato oficial habló de un nuevo intento de fuga, pero las evidencias posteriores demostraron que se trató de una ejecución sumaria: disparos por la espalda, cuerpos atados, signos de tortura.

En un contexto donde la palabra “derechos” no era parte del lenguaje judicial, el silencio fue casi unánime. Salvo por una voz: la del periodista Abel Chaneton, director del diario El Neuquén. Chaneton investigó, denunció la masacre y expuso los nombres de los responsables en las páginas de su periódico. Cuando anunció que llevaría el caso al Congreso Nacional, fue golpeado hasta la muerte en la calle.

Entre los líderes de la fuga se encontraba Martín Bresler, un preso que logró escapar hacia Chile cruzando el Limay. Combatió en Europa, vivió en Estados Unidos y regresó décadas después a Neuquén, solo y enfermo. Murió internado en un hospital psiquiátrico sin que nadie lo reconociera como uno de los pocos sobrevivientes de Zainuco.