La historia de Martín Bresler no es una simple crónica de crímenes y fugas, sino un complejo tapiz que se entrelaza con los albores del Neuquén moderno, un territorio en construcción donde las leyes y las pasiones a menudo chocaban. Su vida, marcada por una dramática evasión de la Unidad Penitenciaria N° 9, lo catapultó a una leyenda que persiste hasta nuestros días, alimentada por las contradicciones y los silencios que rodean su figura. Desde sus raíces en la lejana Sudáfrica hasta su triste final en un hospicio de Buenos Aires, Bresler encarna un enigma que desafía las interpretaciones simplistas y nos invita a explorar las profundidades de la condición humana en un contexto histórico particular.
Martín Bresler nació en 1889 en Hopefield, Sudáfrica, en una época turbulenta marcada por las tensiones y conflictos derivados de la expansión colonial británica. Su padre, el coronel Daniel Martín Bresler, fue una figura prominente que lideró la migración de familias bóeres a la Patagonia argentina en 1903, buscando refugio y nuevas oportunidades tras la devastadora Guerra de los Bóeres. La familia Bresler, compuesta por el matrimonio y sus seis hijos, se estableció en la zona de Hua Hum, cerca de San Martín de los Andes, en tierras concedidas por el gobierno argentino con la esperanza de impulsar el desarrollo de la región.
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Martín creció en este entorno rural, desarrollando un profundo conocimiento del paisaje, la flora y la fauna a través de extensas cabalgatas. Se integró a la cultura local, dominando el español y el mapudungun, y se familiarizó con las labores del campo en el aserradero de su padre. En un viaje a Inglaterra, conoció a Elizabeth Rose Woodall, con quien formó una familia en el paraje "Cupido". Bresler era descrito como un hombre de educación y modales refinados, con la capacidad de hablar seis idiomas y una notable cultura general, incluyendo su habilidad para tocar el piano.
Sin embargo, el destino de Bresler dio un giro abrupto. En 1913, fue denunciado por un vecino por la quema de pastizales y árboles, un incidente que él atribuyó a un malentendido. En 1915, enfrentó una acusación aún más grave: el robo de una vaca. A pesar de su negación, fue declarado culpable y sentenciado a dos años de prisión en la U9 de Neuquén, una pena que consideró una injusticia.
La Unidad Penitenciaria N° 9 en 1916 era un microcosmos de las tensiones y precariedades del territorio. Con pocos años de existencia, albergaba a 160 presos en condiciones vulnerables, con una infraestructura deficiente y un personal de seguridad insuficiente. Este contexto de debilidad institucional facilitó la fuga masiva del 23 de mayo de 1916, un evento que marcaría un antes y un después en la historia de Neuquén.
Bresler, junto a otros reclusos como León D’Achary y Sixto Ruiz Díaz, lideró un motín que culminó con la toma del control de la prisión. La fuga se transformó en un episodio caótico y sangriento, con enfrentamientos armados, saqueos y la trágica muerte del ingeniero Adolfo Plottier en su establecimiento "Los Canales". La responsabilidad de Bresler en la muerte de Plottier sigue siendo un tema de controversia, con acusaciones y contradicciones que oscurecen la verdad.
En medio del caos, Bresler logró escapar hacia la cordillera, iniciando una huida desesperada marcada por la persecución, el cruce de ríos helados y la lucha contra las inclemencias del tiempo. La persecución policial cobró la vida de uno de sus compañeros y resultó en la captura de otro, mientras que Bresler, herido de bala, continuó su fuga hacia la frontera con Chile.
El periplo de Bresler lo llevó a Chile, donde permaneció oculto por un tiempo. Surgen aquí relatos divergentes sobre su vida posterior: algunas versiones sugieren que un francés lo reclutó para luchar en la Primera Guerra Mundial, mientras que otras afirman que se alistó como voluntario en el ejército estadounidense. Incluso se menciona la posibilidad de que haya servido en el Cuerpo de Policía de Inteligencia británico bajo el nombre de Arthur Charles Pougner, una identidad que añade una capa de misterio a su historia.
La disparidad en estos relatos plantea interrogantes sobre la verdadera identidad de Bresler y las motivaciones que lo impulsaron a tomar parte en la guerra.
En 1924, Bresler sorprendió a todos al regresar a Neuquén, a pesar de la orden de arresto que aún pesaba sobre él. Su hermana Kurina atribuyó este regreso a un "delirio místico" provocado por su involucramiento con una secta religiosa que predicaba la verdad como principio fundamental. Sin embargo, los detalles sobre esta secta y las verdaderas razones del regreso de Bresler permanecen en la sombra.
El regreso de Bresler a Neuquén resultó en su inmediata detención y un nuevo encarcelamiento. Tras ser declarado culpable de homicidio, robo y otros delitos, su salud mental comenzó a deteriorarse. Huelgas de hambre y comportamientos autodestructivos llevaron a las autoridades a cuestionar su cordura, y fue trasladado al Hospicio de las Mercedes en Buenos Aires para ser examinado.
El viaje a Buenos Aires estuvo marcado por un incidente confuso en el que Bresler sufrió una grave herida en la cabeza, cuya causa sigue siendo objeto de debate. El diagnóstico de "delirio sistematizado de los degenerados" selló su destino, confinándolo a un largo internamiento en la institución psiquiátrica.
Los últimos 16 años de su vida transcurrieron en el hospital, donde se dice que repetía su versión de los hechos, desestimada como delirios de una mente perturbada. Martín Bresler falleció el 17 de abril de 1940, a los 51 años, víctima de una enfermedad pulmonar, sin haber logrado que su verdad fuera escuchada.
La figura de Martín Bresler sigue siendo un campo de batalla de interpretaciones en la región de Neuquén. Las fuentes históricas ofrecen perspectivas contradictorias, lo que dificulta un juicio definitivo sobre su carácter y motivaciones.
Su historia, sin embargo, ha trascendido los límites de la crónica policial para convertirse en un mito arraigado en el folclore neuquino. La fuga de la U9, sus andanzas y su trágico final han inspirado libros, obras de teatro y relatos populares, manteniendo viva la memoria de un hombre que encarna las tensiones y contradicciones de una época.